Últimamente
me escribe mucha gente preguntando sobre los pactos con el Diablo, por eso voy
a dedicar esta entrada al tema.
Los
pactos con el Diablo y otros demonios y entidades oscuras, como los ndokis,
existen desde la antigüedad. Se sabe que, en Babilonia, Caldea, Grecia y en el
Antiguo Egipto ya se usaban fórmulas mágicas para contactar con las fuerzas
oscuras y obtener sus favores a cambio de diferentes tipos de sacrificios y
promesas que la persona debía cumplir. Estos conocimientos pasaron a los judíos
durante su estancia en Egipto y se fueron mezclando y transformando con sus
propias creencias a lo largo de los años. Uno de los tratados mágicos más
importantes y dónde se trata el tema de los pactos y tratos con demonios, es el
famoso grimorio LA CLAVÍCULA DE SALOMÓN, supuestamente escrito por Salomón, rey
de Israel, como herencia mágica para su hijo Roboam, rey de Judá. Pese a la
gran devoción de los judíos por Dios y sus leyes, es evidente que los grandes
hombres de ese pueblo, como Moisés y Aarón (La MÓNADA o LIBRO OCTAVO DE MOISÉS)
fueron también poderosos magos y brujos que no dudaron en echar mano de las
prácticas más oscuras para liberar a su pueblo de los egipcios y cimentar su
poder. Al parecer, el judaísmo siempre tuvo dos caras: una pública, moralista y
respetuosa de Dios, para el pueblo y otra secreta y oscura a la que solo tenían
acceso los reyes, patriarcas y grandes sacerdotes.
Esta
doble moral religiosa también podemos verla en el catolicismo. Los más trascendentes
tratados mágicos del medioevo, como EL LIBRO DE SAN CIPRIANO, el Santo Mago,
fueron escritos por monjes y sacerdotes católicos. Mientras la Iglesia católica
se dedicaba públicamente a perseguir a brujas, magos y alquimistas, por sus
"malas artes" y tratos con El Diablo, secretamente, en el interior de
sus monasterios y abadías, se dedicaban al estudio y práctica de las artes
arcanas y ocultas para obtener mayor riqueza y poder terrenales. Por eso
perseguían a los llamados herejes, para arrebatarles sus conocimientos e
impedir que el pueblo llegara a conocer la verdadera naturaleza mágica y oscura
de la "Santa Iglesia". Muchas de las personas que fueron quemadas por
la Santa Inquisición, como los caballeros Templarios, eran monjes católicos que
conocían esa naturaleza y deseaban desbancar a la corrupta Iglesia para usar
sus poderes de forma más humana; otros simplemente eran enemigos políticos o
ricos caídos en desgracia a los cuales se torturaba y mataba en sacrificio a
los demonios que le daban su poder a Iglesia. Toda la historia de la Iglesia
católica está manchada con la tortura, la violación y la muerte de personas
inocentes que fueron sacrificadas para quitarles sus conocimientos o como
holocausto para los demonios.
Por esa
razón, para proteger su naturaleza oscura y secreta, los católicos crearon
todas esas ideas horribles sobre el pecado y el infierno, que afirman que el
precio de un pacto con el Diablo es la condena eterna del alma de las personas
que lo llevan a cabo. De esa forma sembraban el miedo entre los ignorantes,
para que a nadie se le ocurriera practicar esos procedimientos mágicos arcanos
y no pudieran competir con ellos. Por esa misma razón, atesoraban todos los
libros y el conocimiento y solo los curas y mojes podían aprender a leer y a
escribir. Ellos sabían que el conocimiento es poder y por eso trataban de que
nadie, salvo los suyos, pudieran obtenerlo y usarlo.
San Luis
Beltrán
Así tenemos el caso de San Luis Beltrán, otro sacerdote y santo católico, famoso por su misticismo y sus milagros, que eran fruto de su pasión por el estudio de las artes mágicas. Si alguien fuera de la iglesia hacía milagros, le tachaban de brujo y satánico, pero si los hacía uno de los suyos, en el nombre de Dios, le nombraban santo. Esa es la razón por la que, en el siglo XIX, Andrés Petit, fundador de la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, tomó la figura de san Luis Beltrán como principal Guía Espiritual de su Regla, la cual, como todos sabemos, tiene poco de católica y mucho de brujería africana, magia europea y espiritismo, entre otras ramas del saber esotérico.
Así tenemos el caso de San Luis Beltrán, otro sacerdote y santo católico, famoso por su misticismo y sus milagros, que eran fruto de su pasión por el estudio de las artes mágicas. Si alguien fuera de la iglesia hacía milagros, le tachaban de brujo y satánico, pero si los hacía uno de los suyos, en el nombre de Dios, le nombraban santo. Esa es la razón por la que, en el siglo XIX, Andrés Petit, fundador de la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, tomó la figura de san Luis Beltrán como principal Guía Espiritual de su Regla, la cual, como todos sabemos, tiene poco de católica y mucho de brujería africana, magia europea y espiritismo, entre otras ramas del saber esotérico.
Lo que
intento explicar, es que la versión católica de los pactos con demonios, está
plagada de mentiras, como que el alma de los brujos y los que pactan con el
Diablo, arderá eternamente en el infierno, para alejar a la gente de estas
prácticas que, en realidad, son muy anteriores a la aparición del Dios
moralista y severo de la tradición judeo-cristiana y al concepto del pecado que
inventaron para dominar al mundo. En las antiguas culturas griegas, egipcias,
romanas, hindús, shamánicas, asiáticas, australianas y, por su puesto, en las
africanas, no existe el concepto del bien y del mal, ni del pecado y el castigo
eterno. Todo eso es un invento que solo aparece en las religiones totalitarias
judeo-cristianas y musulmanas, que descubrieron que a través del miedo podían
conseguir la sumisión, tanto de las masas ignorantes, como de reyes y
emperadores. Por eso el emperador Constantino se convirtió al cristianismo y
renegó de sus dioses romanos, no porque creyera en Cristo, sino porque se dio
cuenta de que la idea de un solo dios moralista y severo era mucho más útil
para los fines políticos de conquista y dominación.
Torturas
de la Santa Inquisición
Muerte
en la Hoguera: Inquisición
Los verdaderos
místicos, sabios, magos y brujos de todos los tiempos, anteriores y posteriores
al cristianismo, saben que el mal y el bien no existen fuera de la existencia
humana. En la naturaleza, en la vida de las plantas y animales, no existen el
bien ni el mal. Ningún animal mata por crueldad, venganza o egoísmo, solo los
seres humanos lo hacen. Tampoco existe la mentira, la avaricia, la gula, la
envidia y demás pecados capitales entre los animales y plantas. Esos males solo
existen en la humanidad y si existen es porque somos los únicos seres vivos que
somos conscientes de nuestra naturaleza mortal, y el miedo a la muerte nos
vuelve envidiosos, egoístas, avaros, vengativos, mentirosos, traicioneros y
criminales. Esa es nuestra naturaleza y es casi imposible escapar a ella en
vida.
Patipembas:
firmas o dibujos del Palo Monte
En las antiguas religiones mágicas africanas, como las practicadas por la cultura Yoruba, Arará y Bantú, de las que se originaron las actuales reglas afrocubanas y afroamericanas, como la santería, el Palo Monte y el Vudú, no existe el concepto de bien y mal, solo el concepto de lo positivo y lo negativo, entendiéndose este como la dualidad inherente a toda forma de vida, lo creativo y lo destructivo, como fuerzas opuestas que se complementan para sostener la vida. Hasta los científicos saben que toda energía tiene dos polos, uno positivo y otro negativo y que ambos son imprescindibles para la existencia. Si no existiera la enfermedad, el deterioro y la muerte, la vida sería imposible, porque sin muertos no hay abono para las plantas, ni espacio para las nuevas vidas. Si nadie muriera, los jóvenes nunca podrían ocupar su puesto, no habría relevo, ni evolución, ni espacio en el planeta para todos.
En las antiguas religiones mágicas africanas, como las practicadas por la cultura Yoruba, Arará y Bantú, de las que se originaron las actuales reglas afrocubanas y afroamericanas, como la santería, el Palo Monte y el Vudú, no existe el concepto de bien y mal, solo el concepto de lo positivo y lo negativo, entendiéndose este como la dualidad inherente a toda forma de vida, lo creativo y lo destructivo, como fuerzas opuestas que se complementan para sostener la vida. Hasta los científicos saben que toda energía tiene dos polos, uno positivo y otro negativo y que ambos son imprescindibles para la existencia. Si no existiera la enfermedad, el deterioro y la muerte, la vida sería imposible, porque sin muertos no hay abono para las plantas, ni espacio para las nuevas vidas. Si nadie muriera, los jóvenes nunca podrían ocupar su puesto, no habría relevo, ni evolución, ni espacio en el planeta para todos.
Para los
verdaderos sabios, el mal y el bien o, mejor dicho, los aspectos destructivos y
creativos de la energía, son las dos caras opuestas de Dios y nosotros, como
seres vivos con inteligencia, tenemos todo el derecho del mundo a conocer y
emplear ambas fuerzas en nuestro provecho y desarrollo. El fuego, por ejemplo,
es uno de los 4 elementos básicos e imprescindibles de la vida material; lo
mismo sirve para calentar, alumbrar, cocinar, procesar y fabricar, que para
destruir, torturar y matar. Lo mismo sucede con los demás elementos, Aire, Agua
y Tierra. ¿Debemos por ello abstenernos de usarlos? Claro que no, porque sin
ellos la humanidad nunca se hubiera desarrollado.
Pacto
entre un demonio y un
obispo católico
Existe una energía original, a la que llamamos Dios, que dio origen a la materia y a la vida y a todo lo que existe en el plano terrenal. Esa energía original, o Dios, a la que cada cultura llama por un nombre diferente, se manifiesta de modos diferentes en el Universo, para dar riqueza y variedad a la existencia. En el inicio de la vida, al que los científicos llaman Big Bang, solo existía Dios, la energía original absoluta. Dios quiso que surgiera la vida y para ello se dividió en cuatro: Fuego, Aire, Tierra y Agua, los cuatro elementos primarios. El fuego dio paso al aire, el aire a la tierra y esta al agua, y del agua nació la vida. Todas las cosas vivas, tanto en su aspecto energético como material, están formadas por esos 4 elementos, que son Dios. Todo está hecho de la carne (materia) y de la energía (espíritu) de Dios. Tanto las cosas positivas, como las negativas, las creadoras como las destructoras.
obispo católico
Existe una energía original, a la que llamamos Dios, que dio origen a la materia y a la vida y a todo lo que existe en el plano terrenal. Esa energía original, o Dios, a la que cada cultura llama por un nombre diferente, se manifiesta de modos diferentes en el Universo, para dar riqueza y variedad a la existencia. En el inicio de la vida, al que los científicos llaman Big Bang, solo existía Dios, la energía original absoluta. Dios quiso que surgiera la vida y para ello se dividió en cuatro: Fuego, Aire, Tierra y Agua, los cuatro elementos primarios. El fuego dio paso al aire, el aire a la tierra y esta al agua, y del agua nació la vida. Todas las cosas vivas, tanto en su aspecto energético como material, están formadas por esos 4 elementos, que son Dios. Todo está hecho de la carne (materia) y de la energía (espíritu) de Dios. Tanto las cosas positivas, como las negativas, las creadoras como las destructoras.
A lo que
los católicos llaman diablos y demonios, no son realmente ángeles que se
rebelaron contra dios y fueron castigados por él. Eso es imposible, porque todo
es Dios. Esa historia es una más de las mentiras de la tradición
judeo-cristiana y musulmana para dominar a la gente. Los demonios solo son
fuerzas destructoras que existen en la naturaleza, o, mejor dicho, aspectos
destructores de las fuerzas que conforman a la naturaleza, y están aquí, al
igual que los aspectos creadores de esas fuerzas, para ser usados por nosotros
como mejor nos parezca. No son malos ni buenos, eso solo es una ilusión de la
mente humana.
Les
explico esto para que entiendan porqué, pese a que las religiones judeo cristianas
y musulmanas afirman que el uso y trato con fuerzas destructoras es pecado y
condena el alma, tantas personas siguen practicando las artes esotéricas desde
el inicio de los tiempos hasta nuestros días. La razón es que, en realidad, no
existe el pecado ni la condena del alma fuera de la imaginación humana y se
pueden usar esas fuerzas sin mayor peligro que el que puede tener usar el fuego
o la electricidad. Si se toman las medidas convenientes y se conoce a fondo la
naturaleza de estas fuerzas, se puede hacer uso de ellas sin peligro para
nosotros.
Palo
Monte: huellas de un perro de prenda
poseído por una entidad espiritual
poseído por una entidad espiritual
En el
Palo Monte afrocubano, como en el Vudú afro haitiano, se practican desde
siempre los pactos con fuerzas oscuras o karires, sin que por ello el alma de
sus practicantes se consuma en el infierno. El propio rayamiento (iniciación)
del Palo Monte, es un pacto con los muertos y los mpungus (fuerzas de la
naturaleza, como la luna, el río, el mar, el monte, las estrellas, el rayo, los
vientos, etc.) y para montar una Nganga o Nkisi hay que ir al cementerio y
sellar pacto con el espíritu de un difunto. Ambas cosas constituyen pactos con
fuerzas oscuras de la naturaleza, pero no por ello menos divinas. Para
sobrevivir en el mundo hay que echar mano tanto de las fuerzas positivas, como
de las negativas. Por medio de las primeras podemos sanar, curar, armonizar,
aplacar, despojar, abrir caminos, etc. y por medio de las segundas podemos
defendernos de nuestros enemigos y transformar la realidad a nuestro favor. Es
lo mismo que hacen los animales cuando sanan sus heridas con la lengua(
positivo ) o matan a sus presas con sus garras, venenos y colmillos.
En los
pactos con fuerzas oscuras, como los espíritus ndokis, Lugambé, kadiampembe y
Lukankasi, por ejemplo, que se practican en el Palo Monte, al menos en los que
yo conozco y domino, no se ofrece el alma como pago a esas fuerzas a cambio de
su favores. El pago se hace con ofrendas y sacrificios de sangre o vida de
animales y/o personas. Estos pactos no los puede hacer un neófito, solo un
verdadero brujo con el conocimiento y el poder necesarios para controlar a dichas
fuerzas sin detrimento para su persona.
Es
imprescindible trazar un círculo protector y las patipembas (firmas o dibujos
simbólicos) y rezos invocatorios correspondientes a las fuerzas que se quieren
invocar y al tipo de trato que se quiere hacer con ellos( existen distintos
tipo de tratos para rayar, montar nganga, obtener "vititi", vista,
sabiduría, poder sexual, riqueza material, fama, éxito social, poder político y
militar, etc. Cada trato lleva patipembas e invocaciones diferentes y se hacen
con distintas fuerzas, según su naturaleza ).
Pero con
el círculo de protección, las patipembas y los rezos no es suficiente; el mayor
secreto para invocar con éxito a una de estas fuerzas radica en la mezcla de
yerbas, palos y otras sustancias que se coloca en el centro del círculo. Esa
mezcla es diferente para cada tipo de fuerza o entidad y sus recetas son
algunos de los secretos mejor guardados del Palo Monte. La mezcla secreta se
quema y su humo, intenso y abundante sirve de cuerpo para que la entidad invocada
pueda manifestarse.
Me
explico: cuando se invoca al espíritu de un difunto, este baja y hace uso del
cuerpo del brujo( si este es médium ) o de los perros de prenda( médiums que
colaboran con el brujo o espiritista ) para manifestarse y hablar por su boca;
pero cuando se trata de invocar a entidades más intensas y peligrosas( los mal
llamados demonios ), como Lugambé, Lukankasi o los Ndokis, no es para nada
aconsejable dejarles tomar posesión del cuerpo de una persona, pues con su
fuerza podrían hacerla enloquecer y dañar seriamente su salud( a esto es a lo
que se llama erróneamente posesión diabólica o demoníaca ). Por ello se usa una
mezcla de yerbas, palos y otras sustancias correspondientes (afines) a dicha
entidad para que el humo que se desprende de su quema sirva de cuerpo o
recipiente temporal para que la entidad se manifieste. Cuando la entidad
"baja", el humo cobra formas antropomórficas, que recuerdan a seres
medio humanos-medio animales( de ahí las imágenes del Diablo y otros demonios
como seres con partes humanas y de becerros, murciélagos, serpientes y otras
bestias )y que cambian de colores y se agitan dentro del círculo, de manera
sobrenatural.
Cuando
el brujo ve estas formas, por las que identifica a la entidad correcta,
comienza a hablarle a la entidad mediante palabras y fórmulas mágicas que
también se atesoran con sumo secreto. A su vez, la fuerza o entidad, responde
al brujo telepáticamente, como una voz torpe y ruda que este escucha dentro de
su cabeza( el humo no tiene cuerdas vocales, así que no puede hablar, por eso
la entidad se comunica telepáticamente).
Círculo mágicoy bastón
Estos no son los únicos requisitos para llevar a cabo un pacto: también hay que tener en cuenta la fase lunar. Se deben hacer en luna llena o cuarto menguante, ya que, a diferencia de la luna nueva o creciente, poseen energía destructiva o negativa. Estas ceremonias se celebran de noche, a partir de medianoche, porque a las fuerzas y entidades negativas no les gusta la luz( la oscuridad es negativa y la luz solar positiva ).
Estos no son los únicos requisitos para llevar a cabo un pacto: también hay que tener en cuenta la fase lunar. Se deben hacer en luna llena o cuarto menguante, ya que, a diferencia de la luna nueva o creciente, poseen energía destructiva o negativa. Estas ceremonias se celebran de noche, a partir de medianoche, porque a las fuerzas y entidades negativas no les gusta la luz( la oscuridad es negativa y la luz solar positiva ).
Otros
elementos fundamentales son: 1- El Intermediario espiritual o nfumbe (muerto
que habita la nganga a las órdenes del brujo y que se simboliza mediante el
cráneo o la clavícula u otro hueso del difunto) que facilita la sintonía con la
entidad y le sirve al brujo de ojos en el plano invisible o espiritual. 2- Las
armas del brujo; generalmente un bastón de madera (hecho, por ejemplo, con una
rama de un ciprés de cementerio cortada a media noche) y una espada, cuchillo o
machete (este último es el preferido de los paleros) consagrado, que le sirven
para dar ritmo a la invocación (golpes de bastón en el suelo) y para mantener a
raya a la entidad (espada o machete ). 3- Y la sangre humana y/o animal.
Nganga de Palo Monte
A las entidades oscuras o negativas les encanta la sangre o, mejor dicho, la energía vital que desprende la sangre de los animales, porque les fortalece. Para que una entidad espiritual se manifieste en el plano terrenal necesita invertir una gran cantidad de energía, por eso hay que darles sangre para que tengan fuerzas suficientes. La mejor de las sangres, la más vital y elevada espiritualmente, es la humana, por eso es imprescindible al menos un poco de ella. Antiguamente se sacrificaban personas para llevar a cabo estas invocaciones y tratos, pero con el tiempo los brujos aprendieron a "engañar" a los espíritus con un poco de sangre humana mezclada con mucha sangre animal. Basta con un poco de sangre fresca de la mano del brujo o del ahijado o cliente que solicita el pacto, mezclada con toda la sangre de varios animales recién sacrificados. Debo aclarar que este "engaño" solo sirve para pactos sencillos que solo incumben a una persona (como los pactos por dinero, sabiduría, poder político, etc.), pero para realizar un pacto colectivo, que incumbe a muchas personas (como los pactos para proteger a un pueblo entero, alejar plagas, curar epidemias, hacer llover, dar buenas cosechas, etc.), como los que se realizaban en la prehistoria y en la antigüedad, es necesario al menos el sacrificio de una vida humana. Por eso los antiguos egipcios y las grandes culturas precolombinas sacrificaban seres humanos vivos a sus divinidades, no porque fueran salvajes (de hecho, eran muy refinados), sino porque sabían que era imprescindible para obtener favores tan grandes. Esa es la razón por la que la mayoría de las víctimas de dichos sacrificios se ofrecían voluntariamente o aceptaban su destino con sumisión, porque sabían que su sacrificio era por el bien de todo su pueblo.
A las entidades oscuras o negativas les encanta la sangre o, mejor dicho, la energía vital que desprende la sangre de los animales, porque les fortalece. Para que una entidad espiritual se manifieste en el plano terrenal necesita invertir una gran cantidad de energía, por eso hay que darles sangre para que tengan fuerzas suficientes. La mejor de las sangres, la más vital y elevada espiritualmente, es la humana, por eso es imprescindible al menos un poco de ella. Antiguamente se sacrificaban personas para llevar a cabo estas invocaciones y tratos, pero con el tiempo los brujos aprendieron a "engañar" a los espíritus con un poco de sangre humana mezclada con mucha sangre animal. Basta con un poco de sangre fresca de la mano del brujo o del ahijado o cliente que solicita el pacto, mezclada con toda la sangre de varios animales recién sacrificados. Debo aclarar que este "engaño" solo sirve para pactos sencillos que solo incumben a una persona (como los pactos por dinero, sabiduría, poder político, etc.), pero para realizar un pacto colectivo, que incumbe a muchas personas (como los pactos para proteger a un pueblo entero, alejar plagas, curar epidemias, hacer llover, dar buenas cosechas, etc.), como los que se realizaban en la prehistoria y en la antigüedad, es necesario al menos el sacrificio de una vida humana. Por eso los antiguos egipcios y las grandes culturas precolombinas sacrificaban seres humanos vivos a sus divinidades, no porque fueran salvajes (de hecho, eran muy refinados), sino porque sabían que era imprescindible para obtener favores tan grandes. Esa es la razón por la que la mayoría de las víctimas de dichos sacrificios se ofrecían voluntariamente o aceptaban su destino con sumisión, porque sabían que su sacrificio era por el bien de todo su pueblo.
Hoy en
día, con los avances científicos y tecnológicos, ya no es necesario buscar
ayuda espiritual para conseguir buenas cosechas y curar epidemias, por eso los
sacrificios humanos han desaparecido casi por completo, pero aún seguimos
necesitando unas gotas de sangre humana para negociar pactos individuales con
las fuerzas oscuras.
Sacrificio humano azteca
Pero supongo que a estas alturas del artículo, muchos lectores se estarán preguntando: ¿Si no es el alma, cuál es entonces el precio que hay que pagarle a las fuerzas oscuras para obtener su favor? Y más importante todavía: ¿Qué ocurre después de la muerte? Hay castigo para las malas acciones o no?
Pero supongo que a estas alturas del artículo, muchos lectores se estarán preguntando: ¿Si no es el alma, cuál es entonces el precio que hay que pagarle a las fuerzas oscuras para obtener su favor? Y más importante todavía: ¿Qué ocurre después de la muerte? Hay castigo para las malas acciones o no?
El pago
que se ofrece a las fuerzas oscuras, al menos a las entidades africanas, como
Lugambé, Lukankasi y los ndokis, que son las que yo conozco, consiste en la
promesa de ofrecerles periódicamente sacrificios de sangre animal para que
siempre estén fuertes y así puedan ejecutar las acciones que se les pide. En
caso de que el favorecido incumpla con el trato y no alimente a la entidad,
esta se cobrará la vida de una persona querida o conocida del pactante, como
recordatorio de los términos del pacto. Si después de esto la persona sigue
incumpliendo el pacto, la entidad entenderá que el pacto está roto y, una de
dos, o deja de ayudar a la persona o (generalmente) se cobra la vida del
pactante directamente. Estas muertes se caracterizan por producirse a través de
accidentes violentos, enfermedades desconocidas que acaban con la vida horrible
y vertiginosamente o fuertes depresiones que derivan en suicidios.
Con
respecto a lo que sucede al morir y si hay castigo o no para las malas acciones
o pecados, les diré que, en primer lugar, no existen los pecados fuera de la
mente humana y que el mundo espiritual no funciona de forma tan retorcida como
lo hace la sociedad humana. Lo que está bien o mal es relativo a la época,
cultura y contexto en que suceda. Según los católicos es pecado matar, pero
ellos mataron a mucha gente en la hoguera y en las cruzadas y todavía hoy
absuelven a los soldados de cualquier muerte que provoquen en combate. ¿Es que
existen guerras justas y guerras injustas? ¿Dónde escribió Dios la diferencia
entre matar para bien y matar para mal? Supuestamente( yo no me creo que Dios
escribiera en una piedra; esa no es su forma de comunicarse ), solo escribió
que era pecado matar, en general.
Obviamente,
todo eso es absurdo, patrañas infantiles de los curas para sacarle dinero a la
gente a cambio de la absolución y su perdón. Los pecados humanos se pagan en el
mundo de los vivos, no en el más allá. Para ello existe la justicia del hombre,
ya sea mediante políticos, jueces, policías y militares o por la mano del
individuo que busca su propia justicia. Muchos crímenes, delitos y malas
acciones no se pagan, quedan impunes, ya que el hombre es imperfecto y su
justicia también. A medida que la humanidad avanza, su justicia se perfecciona,
pero nunca habrá una justicia perfecta ya que todos somos diferentes y pensamos
y sentimos de forma distinta.
Holocaustos aztecas
Las acciones humanas no alteran en nada la realidad espiritual del más allá. Solo somos un planeta más entre innumerables galaxias y realidades paralelas en el universo infinito. Es propio del enorme y estúpido ego humano pensar que nuestros pecados pueden influir en el curso de la gran obra de Dios. Solo somos una especie más, una que alcanzó la consciencia de si misma o inteligencia, por obra de la evolución, pero mientras sigamos siendo mortales, Dios no verá diferencia alguna entre nosotros y las hormigas. Somos partes de Dios, pero somos prescindibles, como las uñas o el pelo, que siempre vuelven a crecer. Para Dios nuestros pecados son tan naturales como lo es matar para los animales.
Las acciones humanas no alteran en nada la realidad espiritual del más allá. Solo somos un planeta más entre innumerables galaxias y realidades paralelas en el universo infinito. Es propio del enorme y estúpido ego humano pensar que nuestros pecados pueden influir en el curso de la gran obra de Dios. Solo somos una especie más, una que alcanzó la consciencia de si misma o inteligencia, por obra de la evolución, pero mientras sigamos siendo mortales, Dios no verá diferencia alguna entre nosotros y las hormigas. Somos partes de Dios, pero somos prescindibles, como las uñas o el pelo, que siempre vuelven a crecer. Para Dios nuestros pecados son tan naturales como lo es matar para los animales.
Esto no
quiere decir que nuestras acciones no afecten a nuestra realidad individual, al
morir, solo que a Dios y al universo les importa poco lo que hagamos en vida.
Al morir, la energía vital o espíritu, abandona la carne muerta y queda
flotando, por decirlo de alguna manera, a la espera de su próxima misión. La
energía o espíritu de la mayoría de las personas reencarna en los recién
nacidos, pero no guarda recuerdo de sus vidas pasadas. Y así sucede una y otra
vez hasta que dicho espíritu alcanza la madures espiritual suficiente para
pasar a una misión más elevada que la de ser un simple humano mortal.
El
espíritu de las personas que mueren con remordimientos por sus acciones, que se
consideran a sí mismas malas personas, reencarna en formas de vida más
primitivas y acordes a su energía negativa, como pueden ser ciertos animales.
Todos los espíritus reencarnan una y otra vez, primero en gases y minerales,
luego en plantas, luego en animales y luego en seres humanos, pero ese no es el
último, ni el mejor nivel.
El Juicio Final
Los espíritus que, después de miles de reencarnaciones, alcanzan una vida humana elevada y profunda, de conocimiento y armonía con el Todo, al morir no vuelven a reencarnar en seres humanos, ni en animales u otra forma de existencia mortal, sino que se elevan a niveles superiores de existencia y se adhieren a entidades espirituales e inmortales por las que se sienten identificados y atraídos. Esas entidades son fuerzas positivas o negativas a las que cada cultura llama con nombres diferentes, como ángeles, arcángeles, demonios, dioses, semidioses y otras divinidades. Esas fuerzas, positivas o negativas, son las únicas que se interesan un poco por nosotros los mortales, porque en su día también fueron humanos y aún guardan cierto apego por este mundo; y por eso podemos comunicarnos con ellas y obtener su favor.
Los espíritus que, después de miles de reencarnaciones, alcanzan una vida humana elevada y profunda, de conocimiento y armonía con el Todo, al morir no vuelven a reencarnar en seres humanos, ni en animales u otra forma de existencia mortal, sino que se elevan a niveles superiores de existencia y se adhieren a entidades espirituales e inmortales por las que se sienten identificados y atraídos. Esas entidades son fuerzas positivas o negativas a las que cada cultura llama con nombres diferentes, como ángeles, arcángeles, demonios, dioses, semidioses y otras divinidades. Esas fuerzas, positivas o negativas, son las únicas que se interesan un poco por nosotros los mortales, porque en su día también fueron humanos y aún guardan cierto apego por este mundo; y por eso podemos comunicarnos con ellas y obtener su favor.
Para
llegar a formar parte de una esas fuerzas superiores hay que morir
conscientemente, sin miedo ni apego por la vida, solo ansia y curiosidad por el
más allá. Para conseguir ese estado al morir, primero hay que haber vivido y
sufrido muchas vidas y en cada una haber cometido innumerables errores y
pecados, hasta que nuestro espíritu alcance la madurez suficiente para recordar
en vida todas sus antiguas reencarnaciones y de esa forma podamos comprender el
verdadero sentido de la vida: una escuela, una universidad para los espíritus.
Ese estado se caracteriza por personas muy especiales, brujos, magos, sabios,
santos, maestros y guías espirituales, como Cristo o Buda que marchan de este
mundo voluntaria y felizmente, sin remordimientos, frustraciones, ni ansias y
apegos y lo hacen para siempre.
Las
religiones orientales tienen una idea muy parecida a esta, que es la del karma,
pero es inexacta. Ellos conocen la verdad de la reencarnación, pero creen que
estas se deben a las malas acciones que tenemos que pagar en la siguiente vida.
En realidad no es así, solo reencarnamos porque aún nuestros espíritus no han
aprendido y madurado lo suficiente como para pasar a un estadío superior, no
porque tengan que pagar cuentas pasadas.
Iblis Sahitan

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